El entierro de Gemayel se convirtió en una inmensa manifestación ant-siria. Las fotos del presidente sirio, Bachir el Asad fueron pisadas y despreciadas. Otra vez, Líbano está la borde de la guerra civil. (Fotos por gentileza de La Vanguardia).
El Líbano, el auténtico Líbano es, sobre todo, la montaña. Las ciudades del litoral, Beirut, Trípoli, Saida, Tiro, fueron añadidas al abrupto e histórico originario país de los Cedros. Es por esto que los poderosos clanes, las influyentes familias tradicionales cristianas drusas, siguen teniendo sus feudos en su cadena montañosa, ya sea en Metn, en Kesruan, en Bcharre, o en el Chuf.
Bukfaya es un hermoso pueblo en el que hay todavía casas de piedra con tejados a cuatro vertientes de tejas rojas. En una de sus antiguas casonas vive la familia de los Gemayel, una de las más prominentes familias políticas libanesas a la que pertenecía el joven Pierre Gemayel, asesinado ministro de Industria. Su abuelo, que tenía el mismo nombre de pila, fue el fundador del partido del Kataeb o Falanges que en 1975 con los guerrilleros palestinos desencadenaron la larga guerra civil de quince años. Esta familia que ha dado dos presidentes a la la república, Bechir, también asesinado en 1982, y Amin, padre de la víctima, ha encarnado una cierta idea del Líbano radical maronita.
El otro clan rival, también maronita, el de los Frangie, algunos de cuyos miembros siempre se han decantado hacia Siria, tiene otra hermosa población de la montaña, Zghorta, como base de su autoridad.
La tercera gran familia maronita influyente que contó con un presidente de la republica, la familia Chamun, está arraigada en la bella localidad de la montaña, en Deir el Kamar, el Convento de la Luna, en la misma región del Chuf en la que domina el jefe druso Walsd Jumblat, otro de los perennes señores de la guerra del Líbano.
La historia del Líbano es una historia de sangre, de sangre vertida en las intestinas luchas de clanes y familias originarias de la montaña. En 1977, en el feudo de los Frangie, un grupo de milicianos capitaneados por Sami Geagea, llamado el Doctor, actual jefe de las Fuerzas libanesas, irrumpió en la mansión de Tony Frangie, asesinándole con su mujer y sus dos hijos. La vendetta de los milicianos falangistas quiso castigar al clan Frangie que se oponía a su política y mantenía muy buenas relaciones con el Jefe del Estado de Siria. Dos años después, en un balneario de la costa, las piscinas de Saframarina quedaron manchadas de sangre cuando los hombres de Bechir Gemayel, tío del ministro asesinado el martes en Beirut, quisieron eliminar una pequeña milicia cristiana rival, la de los Tigres, salvándose de milagro Dany Chamun y los suyos.
En 1982 tras la invasión israelí fue asesinado Bechir Gemayel en su cuartel genral de Achrafie. Y diez años más tarde, en la bella localidad de Deir el Kamar, antigua capital del principado del Líbano, unos hombres armados que nunca pudieron ser identificados mataron a Dany Chamun, a su esposa y a sus dos hijos. Las venganzas, los ajustes de cuentas, los asesinatos forman parte de esta sucia política de una guerra incesante de mil caras. Todos estos crímenes, todos los demás magnicidios cometidos en treinta y cinco años, han quedado totalmente impunes. Una guerra secreta yace siempre por debajo de los conflictos armados que brotan en la población.
Sami Geagea cuenta también con su propio feudo montañés en Becharre, donde nació el poeta Gibran Jalilo Gibran, la localidad vecina de los Cedros, de los últimos y milenarios cedros, que aún quedan en El Líbano, y del valle de la Kadicha donde se encuentran antiguos monasterios y conventos excavados en las rocas.
Sami Geage y el general Michel Aoun, también cristiano maronita que ya se enzarzaron entre 1988 y 1989 en una escandalosa guerra civil, se enfrentan de nuevo políticamente, en este nuevo tiempo de amenazas e incertidumbres del Líbano. Aún apoya al Hizbullah en contra de los demás jefes de los clanes maronitas que se han alineado con el gobierno antisirio del musulmán suní Fuad Siniora.
El asesinato de Pierre Gemayel ha embarazado a estos partidos de la oposición que habían planeado, antes del crimen, manifestaciones callejeras en favor de su plan de constituir un gobierno de unidad nacional. Porque quieren evitar ahora cualquier movimiento popular que exponga al Líbano a desbordantes oleadas emocionales. Todos los dirigentes han codeado el asesinato y han exhortado a sus simpatizantes que mantengan la calma. La jornada de la Fiesta de la Indepdendencia del Líbano fue decretada día de luto nacional.