Mediterráneo: julio 2010

martes, julio 06, 2010

El Mediterráneo es un mar lleno de riesgos

 

El Mare Nostrum no es el Golfo de México, ni mucho menos, pero sobre sus aguas flotan plataformas petroleras con capacidad extractiva superior a la de ese agujero negro en que se ha convertido la ´Deepwater Horizon´, que empezó a formarse el 20 de abril. Aquel día una explosión submarina en una plataforma petrolera del gigante energético BP (British Petroleum) desencadenó la que ya es la mayor catástrofe ecológica de la historia de Estados Unidos.

PALMA | ALBERTO MAGRO A un ritmo implacable de 60.000 barriles de crudo diarios, el vertido en torno a la hundida plataforma ´Deepwater Horizon´ amenaza los ricos ecosistemas y el lucrativo turismo que dan vida a 3.000 kilómetros de costas en el Caribe y el Golfo de México, escenario del desastre y origen de un intenso debate político, social y económico: ¿Son asumibles los riesgos que supone la perforación en busca de petróleo en aguas cada vez más profundas?

Las petroleras y el ejército de profesionales y científicos que comen de sus beneficios repiten sin desmayo que sí, que el vertido en un pozo entre 56.000 que hay en el planeta supone solo un 0,0017% de posibilidades de error. Los ecologistas eluden la gimnasia matemática y sostienen lo que siempre sostuvieron: que es una irresponsabilidad insistir en una cultura del petróleo cuya peligrosidad aumenta en proporción directa a la dificultad de las aventuras de prospección diseñadas para encontrar crudo en un planeta de pozos secos y reservas de crudo menguantes. Y los gobiernos dudan, que no es poco. Sobre todo en Estados Unidos.

Sacudido por el desastre, el mayor consumidor de crudo del mundo acaba de dar un giro copernicano a las tesis que han convertido al imperio del dólar en un engranaje que se mueve casi exclusivamente por combustión de petróleo: Barack Obama ha ordenado la paralización inmediata de todas las operaciones en aguas profundas autorizadas en sus costas hasta que se aclare si son seguras.

Pero la cuarentena en el país que con Bush a los mandos llegó a autorizar prospecciones en las aguas vírgenes de Alaska no ha cruzado el charco. Europa y su Unión Europea observan desde la distancia el daño provocado en aguas ajenas por su mayor petrolera. Tranquilos como si la cosa no fuera con ellos, los dirigentes políticos del Viejo Continente limitan sus declaraciones a la condolencia y el pesar por el desastre lejano. Pero nada más. Al fin y al cabo, Europa no es el Golfo de México y sus mares no tienen fondos tan lucrativos ni amenazas ecológicas tan peligrosas como la fallida plataforma ´Deepwater Horizon´. ¿O sí?

Pues sí. Y no sólo en las aguas que hacen de oro (negro) a potencias petroleras como Noruega y el Reino Unido. También en el Mediterráneo. Entre Gibraltar y el turco estrecho del Bósforo, la Comisión Europa y su proyecto de vigilancia del Mediterráneo (MTP) identifican hasta sesenta zonas de actividad petrolera intensa. Son refinerías, oleoductos, nudos logísticos y pozos marinos de petróleo. Muchos pozos marinos de petróleo. Cientos de pozos marinos de petróleo. Tantos que sólo en aguas de Italia (la gran potencia petrolera europea del Mediterráneo) se han perforado 1.653 en los últimos 50 años. Y muchos están a tiro de piedra de Balears, islas que nadan en un mar de alto riesgo, rodeadas de campos petroleros que crecen a menos de los mil kilómetros que llegó a cubrir la marea negra del Prestige en su recorrido letal y viscoso entre la costa gallega y la costa atlántica de Francia.

El peligro potencial no fluye solo de los 84 pozos activos que alimentan las plataformas italianas del cercano canal de Sicilia. También brota petróleo en Marruecos, Argelia (cuya costa, aunque a menudo se olvide, está más cerca que la de Murcia), Túnez, Malta o Libia. Y en Tarragona: allí, en los fondos bañados por el agua dulce que el Ebro diluye en el Mediterráneo, están los seis campos de petróleo más productivos de España. Justo allí se concentran además los esfuerzos de España por recaudar petrodólares en su subsuelo: de los casi 200 sondeos que, según el Ministerio de Industria, se realizan en aguas españolas, 77 están en Catalunya y casi 80 frente a la vecina Comunidad Valenciana, donde hay seis solicitudes para la exploración y posterior explotación de campos petroleros submarinos. A ellos se unen los siete proyectos en trámite en las costas de Málaga y Almería.

Aunque la gran amenaza está en el norte de África. Las cifras dejan claro por qué: de los pozos de crudo de Tarragona manan hacia la superficie apenas 950.000 barriles de petróleo, equivalentes a la producción de una sola mañana de Argelia (1,8 millones de barriles al día). Por eso es el norte de África el que hace sudar frío a quienes conocen el potencial devastador de un petróleo que late bajo las mismas aguas en las que mojan sus pies los casi 100 millones de habitantes de la costa mediterránea.

El potencial del subsuelo es tal que las petroleras y los estados tienen invertidos más de 50.000 millones en proyectos de prospección costera. Mientras Marruecos busca oro negro a pocas millas del estrecho de Gibraltar en tres grandes campos marinos con 28 perforaciones, Argelia rastrea aguas profundas en una docena de zonas en las que, según estimaciones oficiosas de la siempre críptica industria petrolera, se han perforado 200 pozos de prospección.

Y más intensa aún es la actividad en Túnez y en Libia, potencias petroleras ambas que se lucran con los campos de crudo más suculentos del Mediterráneo. El más grande, el que engorda a un ritmo de 60.000 barriles de crudo al día la plataforma libia de ´Al Bouri´, podría tener hasta 2.000 millones de barriles pendientes de extraer, tantos que en caso de accidente convertirían en leve salpicadura la catástrofe del Golfo de México. Claro que, sin percance de por medio, la marea es de dólares. Lo sabe Túnez, el país vecino más activo en la búsqueda de nuevos pozos de petróleo. Ya tienen 26 campos con 150 pozos, que les permiten extraer 86.000 barriles al día, pero quieren más. Y lo buscan en el mar, en instalaciones como las de ´Oudna´ (donde recogen, 150 kilómetros mar adentro, 20.000 barriles diarios), ´Birsa´, ´Zelfa´, ´Hasdrubal´, ´Ashtart´, ´Isis´ o ´Djrba Island´, la mayoría junto al golfo de Gabes, en el que las petroleras sueñan con encontrar hasta 1.500 millones de barriles recuperables. Y por idéntico paraíso oscuro y pegajoso suspira Malta, isla que desde el centro del canal de Sicilia bucea en busca de petróleo en un área del tamaño de las islas de Mallorca, Menorca y Ibiza juntas.

De ahí que las alarmas estén activadas. Sobre todo entre los grupos ecologistas, que subrayan que el Mediterráneo era hasta el reventón corrosivo en el golfo de México «el mar más contaminado del planeta». «Pese a todo los gobiernos siguen haciendo oídos sordos a la contaminación marina», denuncia Ricardo Aguilar, director de investigación de Oceana Europa, organización que asegura que cada año afloran en el Mediterráneo entre 400.000 y 650.000 toneladas de petróleo y derivados. Y para ello no hace falta accidente alguno: basta con la actividad de buques, refinerías, oleoductos y plataformas como las que se llegaron a planear en la manga de agua que separa Balears de Córcega y Cerdeña.

La cuestión así es qué ocurriría si cualquiera de las estaciones petroleras que horadan el fondo del Mediterráneo siguiese la senda de la ´Deepwater Horizon´ y se fuese a pique. Lo tiene claro otro ecologista, Juan López Uralda, director de Greenpeace España, que huele tragedia y exige una revisión inmediata del modelo energético: «Se produciría un ´Prestige´ en el Mediterráneo», resume.

Aunque sus consecuencias son difíciles de predecir. Entre los oceanógrafos hay varias tesis sobre la evolución y el desplazamiento de un vertido de tal magnitud, con un punto en común: una marea negra en aguas tan tranquilas como las que circundan Balears sería aún más destructiva que en zonas de oleaje intenso, fenómenos atmosféricos explosivos y corrientes fuertes como el Golfo de México. Bastante consenso hay también en torno a la evolución de una mancha que en el caso del vertido del de la ´Deepwater Horizon´ tiene un tamaño equivalente a ocho veces la isla de Mallorca: la corriente principal que mueve las aguas mediterráneas entra por Gibraltar y evoluciona hacia el Este siguiendo la costa de África, con una ramificación vigorosa que sube a la altura de Córcega y Sicilia hacia al norte para adentrarse en el Golfo de Génova y bajar hacia Mallorca, mientras el flujo más importante sigue ruta hacia Líbano y Turquía, antes de regresar por Grecia, la costa croata y la costa adriática italiana para entrar desde el norte a la península ibérica y Balears antes de salir de nuevo por el Estrecho de Gibraltar (ver gráfico).

Según ese modelo dominante (alterado constantemente por variables como el viento, la estación del año, la salinidad o la temperatura del agua), descrito con precisión y maestría por el profesor y geógrafo Diego Compán y perfeccionado y convertido en herramienta de referencia por el doctor en ingeniería Química de la UIB José Ramón Bergueiro, los pozos más peligrosos para Balears son los que tiene Marruecos junto a Gibraltar y los que explora y explota Argelia, la segunda potencia petrolera del Mediterráneo (solo Libia tiene más crudo). También proyectan su sombra sobre las islas los campos petroleros de Tarragona, cuyo declive en los últimos años relaja la amenaza: apenas se extraen ya de ellos 5.000 barriles de petróleo al día, cifra ridícula si se compara con los 60.000 que vomita a diario la fallida plataforma de BP en el Golfo de México.

La buena noticia para Balears, sus costas, su ecosistema marino y sus islas es que las corrientes que rigen el destino del Mediterráneo alejan en gran medida la posibilidad de que un derrame fatal en la sobreexplotada zona de Libia tiña de negro el litoral balear. Aunque en el mar casi todo es posible. «El problema es que nada es descartable. Inicialmente la opción de que nos alcanzase el petróleo libio estaría descartada: el crudo aflora a superficie y se mueve primero por las corrientes de marea y después por las corrientes marinas, a las que hay que sumar el efecto del viento (un 3%). Con todo eso se construye un modelo que varía en función de las circunstancias de cada momento. Y hay un problema añadido: sobre las corrientes de la costa no se sabe nada. Por todo ello no es descartable que un vertido en una plataforma de Libia acabe en Ibiza, Formentera o Mallorca.

Piensa que las corrientes hacen que sea posible que el vertido en el Golfo de México llegue a alcanzar Galicia», detalla el profesor Bergueiro, que hace años definió el modelo de prevención ante un vertido en el Mediterráneo y ahora mismo prepara dos estudios en profundidad para el Gobierno mexicano sobre la amenaza que supone el desastre provocado por BP. Con Bergueiro coincide José Luis López Jurado, científico del Instituto de Estudios Oceanográficos en Balears, que subraya la dificultad a la hora de predecir la evolución de un vertido sobre el que el efecto de las corrientes locales y el viento (siempre variable) «sería decisivo».

Cada vez se corren más riesgos

Es decir, la amenaza son los campos del delta del Ebro, pero la peor pesadilla para las costas baleares flota frente a las costas de Libia y Túnez. Y no solo allí. También en Argelia, patria de la opacidad petrolera en la que sólo cada compañía sabe dónde se está trabajando. «Ese también es un riesgo importante: estos países trabajan como quieren y cada vez se busca en lugares más complicados y peligrosos», resume el profesor Bergueiro. Y en la misma línea se expresa el presidente de la Asociación de Geólogos de Balears, Jesús Duque, para el que el mayor peligro es la inabarcable ambición humana.

«El petróleo se extrae en lugares cada vez más profundos y costosos. Hace treinta años estuve a punto de enrolarme en una plataforma de la Shell en Venezuela y ya entonces había problemas importantes de seguridad. Ahora las operaciones son cada vez más caras y más profundas», sintetiza Duque, en línea con otro geólogo más afín a los intereses petroleros, Mariano Marzo, profesor, eminencia y científico de cabecera en asuntos de exploración del subsuelo mediterráneo, que en un artículo reciente confirmaba que las bolsas de crudo y gas están en aguas casi inaccesibles.

Se disparan así los costes de producción y los riesgos, enjugados según Marzo por una supuesta mejoría tecnológica de efectos hoy observables en el Golfo de México. La cuestión ahora es si esos riesgos crecientes supondrán en los próximos años una amenaza igualmente creciente para una islas que viven de su costa, de su mar y de los turistas que junto a él se solazan. Si así fuera, Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera, como el Golfo de México, lo tendrían crudo. Y negro.

Diario de Ibiza