Mediterráneo: septiembre 2010

jueves, septiembre 16, 2010

La "gamba asesina" crea el terror en aguas británicas



El servicio de Medio Ambiente del Reino Unido ha constatado por primera vez en aguas británicas la presencia de una especie de "gamba asesina" que podría amenazar a la fauna autóctona, según publicaron los medios de este país.

La voz de alarma saltó después de que unos pescadores encontraran en el embalse de Grafham Water, en Cambridgeshire (sureste de Inglaterra) unos ejemplares de esta gamba, del género "dikerogammarus villosus".
La presencia de estos crustáceos podría poner en peligro a insectos como los "caballitos del diablo" (tigópteros) y los "nadadores de espalda" (notonectidae) que se pueden ver habitualmente en los lagos y ríos británicos y cuya desaparición afectaría a otros animales autóctonos que se alimentan de ellos.
Esta gamba, que se ha expandido rápidamente en los últimos años desde el oeste de Europa, no supone ninguna amenaza para el agua potable, pero ya se ha advertido a los pescadores que usan el embalse que se aseguren de que no llevan ejemplares a otros lagos o pantanos.
El subsecretario de Estado de Medio ambiente, Richard Benyon, expresó su "absoluta preocupación" por el "elevado número de especies invasoras encontradas en el Reino Unido".
"Los servicios medioambientales han actuado rápido para poner en marcha las medidas de bioseguridad necesarias y aún estamos investigando cuál es la extensión del problema para proteger a la fauna nativa y a los peces jóvenes del potencial peligro que supone la presencia de estas gambas", afirmó Benyon.
Las gambas, apodadas "asesinas" porque matan a numerosas presas pero sólo se comen a algunas, tienden a hacerse con el dominio de los hábitats a los que llegan, acabando incluso en ocasiones con la extinción de las especies nativas.

El Imparcial

miércoles, septiembre 15, 2010

El brutal calentamiento del Mediterráneo


El Mediterráneo está que arde, Elena Soto, Baleopolis, Vía El Mundo.


Aunque a primera vista puede parecer una ligera fiebre, de tan sólo unas décimas, el Mediterráneo está que arde; entre 1948 y 2006 el aumento medio de la temperatura de las aguas superficiales en el litoral español se incrementó entre los 0,12 y los 0,5 grados centígrados. Esta cantidad, en principio insignificante, adquiere otra dimensión si tenemos en cuenta que el agua necesita un largo periodo de tiempo para calentarse o para enfriarse. Lo que implica, en la práctica, que pequeñas elevaciones de temperatura requieren que el mar absorba cantidades ingentes de calor.

El calentamiento del Mediterráneo progresa a un ritmo que duplica la tasa de calentamiento del océano global y diferentes estudios realizados sobre organismos marinos muestran evidencias claras de que este cambio afecta a los ecosistemas marinos y que sus efectos adversos ya han comenzado a apreciarse en hábitats como las praderas de Posidonia oceanica, que muestran síntomas de deterioro asociados a esta perturbación.


"Junto con el Ártico, el Mediterráneo es uno de los lugares más sensibles al calentamiento global, explica Susana Agustí, investigadora del Imedea (Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados, centro mixto del CSIC y de UIB) y aunque presenta sus propias peculiaridades funciona como un océano en miniatura, en él se reproducen los mismos procesos que operan en los grandes océanos, por lo que es un laboratorio ideal que puede servir de modelo para el estudio de los impactos de este fenómeno a gran escala".

En la naturaleza los fenómenos no están separados en compartimentos estancos, todo está relacionado y cuando algo se altera se pone en marcha una cadena de imprevisibles consecuencias que acaba afectando a la totalidad y, en ocasiones, de una manera que quizás no es la que habíamos imaginado, porque todo cambio conlleva riesgos asociados.

Fenómenos combinados

Entre 2003 y 2009 la superficie del Mediterráneo ha alcanzado en algunos momentos casi los 30 grados –una temperatura propia del ecuador– este hecho está relacionado con altas tasas de mortalidad de la Posidonia pero además, añade Agustí, tiene otras consecuencias, como la acentuación de la estratificación de las capas de aguas, lo que significa que éstas cada vez se mezclan menos y que la superficie se va progresivamente empobreciendo.

Y es que el aumento de temperatura no sólo está ocurriendo con las máximas sino también con las mínimas, un fenómeno menos llamativo y perceptible, según esta investigadora, pero también de gran relevancia, ya que afecta no sólo a las tasas de crecimiento y de mortalidad del fitoplancton o a los ciclos de producción de diferentes especies locales, sino que por añadidura favorece el éxito de las invasoras que encuentran un entorno favorable en un mar que tiende a la tropicalización.

Pero la elevación de la temperatura de las aguas no es el único fenómeno ambiental asociado al cambio global, existen otros como el incremento de los niveles de radiación UV, la acidificación de las aguas o el aumento en los niveles de hipoxia, y lo que puede ser más revelador, el efecto combinado de todos estos factores y sus posibles consecuencias en los organismos y ecosistemas litorales Mediterráneos, y en concreto en Baleares. Y este es el principal objetivo del proyecto del Plan Nacional Evaluación de los impactos del cambio global sobre ecosistemas marinos Mediterráneos (MEDEICG), al frente del que está la doctora Agustí, y en el que participan diferentes investigadores del IMEDEA como Nuria Marbà o Carlos Duarte.

Se trata de una iniciativa experimental pionera que espera que sus resultados contribuyan a esclarecer la capacidad de respuesta de los ecosistemas marinos frente al calentamiento global, una investigación fundamental para poder avanzar en el desarrollo de modelos predictivos generales basados en el ciclo de carbono en la biosfera y en los gases relacionados con el cambio climático.

Hasta ahora los estudios se realizaban generalmente por separado, temperatura por un lado, radiación ultravioleta (UV) por otro, pero todo actúa conjuntamente. El deterioro de la capa de ozono en la estratosfera se consiguió frenar en 1987 tras el Protocolo de Montreal. Sin embargo, la concentración actual no ha conseguido recuperar los niveles normales existentes en 1960. Y las últimas predicciones indican que hasta el año 2065 no lo hará, lo que implica que el aumento de la radiación UV que alcanza la superficie del océano todavía persistirá durante al menos 50 años más.

La luz UV afecta a los organismos acuáticos (inhibición de la fotosíntesis, daños al ADN o mortalidad al fitoplancton), en definitiva, puede influir negativamente en numerosas especies y ecosistemas marinos, como las comunidades de pico-fitoplancton del Mediterráneo. Otras amenazas derivadas del aumento de las concentraciones de CO2 en la atmósfera y su acumulación en el océano es la acidificación, que puede representar un impacto importante para la biodiversidad marina –los últimos estudios apuntan a que las respuestas de los organismos a la acidificación pueden ser mas complejas de lo que se pensó en un principio–; sin embargo su impacto en el océano tiene todavía una base experimental pobre.
Cuantificar los cambios en la temperatura del agua, en las propiedades físicas y químicas del litoral, en las comunidades de plancton o en el hábitat de la Posidonia; realizar series temporales de medidas de salinidad, concentraciones de sales nutrientes o carbono orgánico disuelto; evaluar los cambios en la capacidad del sistema para absorber o emitir CO2 a la atmósfera; o experimentar el efecto de la radiación UV, la acidificación y la temperatura sobre la supervivencia, crecimiento y metabolismo de organismos bentónicos son algunas de las actuaciones concretas incluidas en este proyecto.
Las conclusiones de este estudio, que finalizará en 2013, contribuirán al mejor conocimiento del Mediterráneo y de los océanos en general, desvelándonos algunas claves de la capacidad de los organismos y los ecosistemas marinos para sobrevivir a las presiones ambientales forzadas por el cambio global.