Mediterráneo: junio 2007

sábado, junio 30, 2007

Córcega:Una visión celestial

Una visión celestial o satelital, desde la cual todo el terrorismo corso, la mafia y las invasiones de medusas quedan al margen como una peca insignificante, como una pulga.
El Mediterráneo se revela con toda su claridad y belleza, pero también con toda la fuerza abrupta que nos ofrecen unas montañas realmente endiabladas y difíciles.
Córcega bien vale al menos un mes de vacaciones, un buen vehículo y ganas de participar activamente en una aventura humana y paisajística inolvidable.

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domingo, junio 17, 2007

Los palestinos viven momentos cruciales

La verdadera naturaleza de Hamas, por Gustavo de Arístegui (El Mundo), archivo en Blogoteca

viernes, junio 15, 2007

Verano 2007: Corfú parece destinado a ser la estrella del Mediterráneo









No son pocos los hoteleros de Baleares que están mirando con lupa la evolución de los nuevos destinos turísticos emergentes del Mediterráneo. Algunos ya están posicionados en Turquía, Corfú y otros enclaves predestinados a convertirse en estrellas del turismo.
Corfú ya lleva varios años restando turistas a la isla de Ibiza, que sólo de oir el nombre de Corfú, entra en estado de pánico.
Las razones son evidentes, incluso en aquellas pequeñas calas donde los hoteles ya han dejado su huella no siempre agradable. Aun así, Corfú es un destino especial muy apreciable y bien conservado. Y bien de precio.




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jueves, junio 14, 2007

La pesadilla continúa, por Robert Fisk desde Beirut, en Página 12


Una señal de estos tiempos. Llegué a casa en Beirut desde París, apenas estuve veinte minutos en mi departamento cuando las ventanas de mi oficina se abrieron de golpe y una tremenda explosión se sintió en toda la capital del Líbano. A unos 500 metros, por la cornisa se veían nubes de humo que subían del Staff Sporting Club. Soldados que gritaban, los policías que trataban de mantener alejados a los primeros periodistas, pero me escabullí por las ruinas al lado del mar con un viejo amigo fotógrafo libanés y nos encontramos entre los restos de un tren fantasma para turistas, las vías y los vagones destrozados. “Entre bajo su propia responsabilidad”, se lee sobre el túnel y del otro lado hay un automóvil incendiándose con el cadáver de la última víctima de los asesinatos en el Líbano.

Y no “cualquier” víctima. El hombre en el vehículo incendiado es Walid Eido, un miembro del Parlamento de Beirut, un ex juez, muy venerado –antisirio, por supuesto, de lo contrario no estaría muerto– y un partidario de Saad Hariri, el hijo del asesinado ex primer ministro Rafik que fue muerto en una explosión aún mayor el 14 de febrero de 2005, a mil metros del otro lado de mi departamento. ¿Qué sucede en Beirut que convierte esta hermosa ciudad bendecida por el sol tan rápidamente en un crematorio? Eido fue muerto con su hijo Khaled y vi sus cadáveres, quemados, cubiertos con bolsas de plástico baratas para que los fotógrafos codiciosos no pudieran usar los últimos restos mortales en la primera plana. Dos guardaespaldas de Walid Eido murieron con ellos. El Sporting era un lugar frecuentado por los hombres de Hariri, pero, como de costumbre, este asesinato debe haber estado bien planeado, bien coordinado, pagado con mucha anticipación.

Y qué golpe para el cuerpo político de campo de Hariri. El partido mayoritario de Hariri es el motivo por el cual sobrevive el gobierno de Fouad Siniora, apoyado –que Dios los ayude– por los estadounidenses, abandonado por Hezbolá que convenció a seis ministros chiítas de que renunciaran al gabinete el año pasado. ¿Podría haber habido un objetivo más devastador para los enemigos del gobierno libanés? Walid Eido, un ex juez que representaba a un distrito en la dura zona Basta musulmana sunnita de Beirut, un político populista que constantemente había condenado la “interferencia” de Siria en el Líbano y que más recientemente había volcado la acción política de Hezbolá contra el gobierno. Cuando el grupo de la milicia prosiria, que resistió los devastadores bombardeos de Israel al Líbano el verano pasado, armó sus carpas en el centro de Beirut como un intento de derrocar al gobierno de Siniora, fue Eido quien se refirió a eso como “ocupación”.

¿Y cuál será la reacción a este último y más indignante de los asesinatos? En el momento inmediato después de la bomba, en medio de los escombros del tren fantasma y los autitos chocadores volcados y las piletas cubiertas con cenizas al lado del Mediterráneo, sólo había estupor. Pero en el Líbano cada crisis es peor que la anterior. Cada asesinato –de un político comunista, de un prominente periodista, de un miembro del Parlamento cristiano, cada estallido de la violencia de la guerrilla (61 soldados libaneses han muerto luchando contra Fatah al Islam en el norte del Líbano)– impulsa más y más al Líbano hacia el abismo. En los últimos meses las bombas han explotado cerca de la medianoche, un complejo industrial aquí, centro comercial cristiano o musulmán allá, siempre demasiado tarde para causar muertes masivas. Y éste es el punto, por supuesto, amenazar más que matar. ¿Pero qué pasa si la próxima bomba estalla a mediodía y no a medianoche? ¿Cuántas muertes entonces? Esta es la pesadilla con la que viven ahora los libaneses. En las áreas de la clase trabajadora de Basta, esta noche la multitud se pudo contener (por un ejército en su mayoría chiíta musulmán), ¿pero qué pasará mañana? Habla del enorme valor de los libaneses el haberse negado a embarcarse en otra guerra civil a pesar de cada provocación. Pero las provocaciones no han terminado. La situación puede empeorar y mucho. Anoche, al lado de los autitos chocadores había una patente quemada: 101437. Los detectives libaneses tomaron nota del número. Pero –y me canso de decir esto en mis informes– ni un solo asesinato ha sido resuelto desde 1976.

De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.

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miércoles, junio 13, 2007

Hamas y Al Fatah se combaten sin tregua

Mientras el ejército libanés sigue acosando el nido de terroristas de Al Qaeda atrincherados en el campamento Nahr al Bared, distintas facciones palestinas se están desangrando en Gaza, en especial los partidarios de Hamas contra el movimiento Al Fatah.
Se aproxima el terrorífico mes de agosto. El terrible mes de agosto, donde cualquier desgracia es posible. Por eso podemos decir que el Mediterráneo arde sin tregua.

martes, junio 12, 2007

Líbano: Siguen los enfrentamientos de los soldados libaneses contra los terroristas


Los terroristas de Al Qaeda siguen atrincherados en el campamento de Nahar Al Bared y son varios los muertos diarios. Pilar Rahola ha escrito sobre el tema un artículo muy interesante, titulado La vampirización del Líbano:

Esa antipática pregunta del millón. ¿Qué pasaría si la ofensiva del ejército libanés contra las milicias terroristas afincadas en su territorio fuera perpetrada por el ejército israelí? Correrían ríos de rabia, las calles se llenarían de manifestantes chillones y en los rincones del odio se quemarían banderas con la estrella de David. En mi país, España, las Marujas Torres que abundan en las redacciones del prejuicio y el tópico vomitarían la bilis que les genera Israel y el mundo se prepararía para la enésima condena.
Por supuesto, los países más libres del planeta, entre ellos las dictaduras árabes, pedirían la repulsa contra Israel y, en las universidades, nuestros jóvenes se pondrían las kefías de la solidaridad virtual. En algún rincón de la gran Persia, un siniestro totalitario amenazaría nuevamente con la destrucción del "ente sionista", y el ruido del nuevo antisemitismo que corroe al mundo haría aún más sonoro el pesado silencio de los intelectuales con criterio.Y así repetiríamos episodios reincidentes que, desde hace décadas, demonizan hasta el delirio al pequeño país hebreo. Culpable si se defiende. Culpable si mata a sus enemigos. Culpable si lo matan. Culpable por intentar existir y culpable por no haber sido vencido en las guerras que ha tenido que sufrir. El principal delito de Israel es, para muchos, haber resistido. Lo dijo el premio Nobel Imre Kertész: "Dios mío, qué bien que pueda ver la estrella judía sobre los tanques israelíes y no cosida sobre mi ropa como en 1944". Y no hacía un alarde de militarismo, contrario a su ideario: constataba que el judío, después de siglos, era capaz de defenderse.
Ahora, un año después y sin el acoso y derribo que sufre Israel, el ejército del país del cedro está intentando hacer lo mismo que hizo el ejército israelí: liberar a su territorio de la actividad terrorista que atenta contra su integridad. Una actividad que ha llegado a convertir al Líbano en el hangar desde donde se dispara toda la parafernalia del discurso de aniquilación de Israel. En cierta medida, para los países de la zona implicados en el terrorismo y para los propios militantes fundamentalistas, el Líbano es un cuerpo ideal para parasitar, perfecto para plantar tiendas, montar campos de entrenamiento, transportar armas, adoctrinar cerebros y preparar la enésima ofensiva bélica. De hecho, Siria lo ha ocupado durante años ante la pasividad del mundo, cuya única preocupación se sitúa, siempre, kilómetros al sur de Tiro y Sidón. Los centenares de libaneses, como recuerda George Karim Chaya, maronita exiliado, que tuvieron que huir después de la ocupación siria, nunca fueron problema de nadie. Como no lo fueron los pueblos cristianos masacrados por las milicias de Arafat, o la lenta y efectiva creación de lo que el arabista francés Jean-Pierre Filiu llama un Jihadistan, un territorio físico, armado y blindado donde plantar la bandera del territorio simbólico al que aspira el jihadismo. Y donde preparar las muchas guerras en las que está implicado. De hecho, se trata de un proceso de canibalismo que ya se ha desarrollado en las montañas de Chechenia, en los montes de Cachemira, en las selvas de Filipinas, en las sabanas de Somalia, por supuesto, en Irak. Del somalí Sharif Sheik Ahmed al grupo filipino Abu Sayyaf, de las huestes del desaparecido checheno Shamil Basayev a los militantes paquistaníes de Lashkare Toiba, del Estado islámico iraquí al propio Ben Laden, pasando por Hamas y por el indonesio Jemaah Islamiyah, todos ellos son clones del Fatah al-Islam libanés que está combatiendo el ejército del Líbano. Usan causas coyunturales, pero su objetivo es planetario, y es totalitario. Que nadie llegue a la estupidez de creer que estamos ante movimientos de liberación. Muy al contrario: son movimientos contra la libertad. La pregunta, sin embargo, es la pertinente: ¿cómo hemos llegado hasta un Líbano secuestrado por ejércitos ajenos a menudo más fuertes que el propio ejército del país? Este es mi personal catálogo de causas, más allá de las tópicas que se usan para reducir al cómodo simplismo un incómodo y complejo conflicto.
La primera causa tiene que ver con la vampirización que los países árabes han hecho del Líbano, considerado el patio trasero para hostigar a Israel y complicar el problema palestino. No sólo se ha invadido el territorio y se han financiado todo tipo de milicias, sino que desde el Líbano se ha atacado al eterno enemigo. Los países de la zona, y Siria e Irán en particular, nunca se han tomado en serio la independencia de la pequeña república. Solo así se entiende cómo Siria pudo ocuparla impunemente durante décadas. No recuerdo, por ejemplo, que ningún país árabe pidiera la retirada siria del Líbano. Y, por supuesto, tampoco conmovió nunca a los habituales manifestantes antiimperialistas, ni a la bonita ONU. Otro motivo, paralelo, fue el uso privado del Líbano que perpetró Arafat y que llevó al famoso error histórico israelí de meterse en el barrizal libanés. En el Líbano, el problema palestino pasó de ser una triste consecuencia de la Guerra de los Seis Días a ser un tema enquistado y usado como ariete para destruir a Israel. Fue en el Líbano donde realmente se creó el problema palestino, una diáspora permanente de miles de personas, metidas en campos imposibles, y a las que no se les permitió tener ninguna otra nacionalidad que la palestina, para que el problema humano fuera un problema irresoluble. La radicalización de esos campos era una crónica anunciada. Por preguntar, ¿nos imaginamos qué hubiera ocurrido si los millones de alemanes desplazados del Oder-Neisse (la famosa "línea Curzon"), después de la Segunda Guerra Mundial, hubieran sido metidos en campos, convertidos en refugiados eternos y usados como ariete contra Polonia? Eso hicieron los árabes, con los árabes que habían huido de las guerras con Israel: usarlos como estrategia militar. El resultado es el actual. Lo dijo el cristiano palestino Elias Joury, citado por el profesor de la University of Western, de Ontario, Salim Mansur, en un artículo reciente: "Palestina no es un país que tenga bandera. Palestina es una condición. Todo árabe es palestino...". Es decir, lo palestino es una ideología, y, como tal, el uso de los palestinos a favor de esa ideología es una estrategia lícita. Así lo han pensado desde los marxistas de los países árabes de primera hora hasta los nacionalistas panarabistas, pasando por los islamistas radicales. Y si lo palestino es munición ideológica, el Líbano ha sido el cuartel de batalla. De las guerras presentes, y de las guerras pensadas para el futuro. Desde hace años, estas guerras tienen en el jihadismo su abono ideológico, en lo palestino su excusa y en la creación de un califato islámico planetario su sueño totalitario. Contra todo esto lucha el ejército libanés. No se trata, pues, de una simple contingencia violenta. Se trata de una auténtica ofensiva de liberación nacional. El Líbano es un país secuestrado, ocupado por miles de militantes de una ideología destructiva, profusamente financiados desde el extranjero. O se libera de esta pesada carga o toda la zona será rehén del jihadismo criminal.
www.pilarrahola.com

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domingo, junio 10, 2007

Apolo pierde a Dafne, pero los humanos ganamos el laurel




Dafne, cuyo nombre significa "laurel"en griego, es una ninfa amada por Apolo que un día juró no pertenecer jamás a ningún varón.

Un día, Apolo la sorprendió escuchando su canto y se quedó enamorado de tal maravilloso susurro. Dafne al notar su presencia deja de cantar y queda inmóvil por el susto, mientras busca con ojos aterrados un escondite a su alrededor. El Dios Apolo la seduce con mágicas palabras de amor, ella le suplica que se detenga pero él es sordo a su ruego, entonces Dafne echa a correr, pero no tiene a donde huir. Indefensa, pide ayuda a la Tierra y ésta le oye; como salvación comienza a transformarse entre los brazos del Dios. Su suave piel se recubre de una corteza, sus uñas delicadas se alargan en hojas multiplicadas con mágica velocidad. Sus cabellos forman un denso ramaje, el rostro desaparece detrás de la corteza y el cuerpo se transforma en tronco.

Queda fijada con sus raíces hundidas en la tierra, rígida e inmóvil.

Apolo abraza tristemente el árbol y entre lágrimas declara que ese árbol será consagrado a su culto.

La más famosa de las obras inspirada en este relato mitológico es el grupo escultórico de Bernini, quien con su arte captó toda la angustia de la ninfa fugitiva.


(Reproduzco la escultura de Bernini. El texto me lo envía Loreto, desde Ibiza. Gracias)


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lunes, junio 04, 2007

Estambul (Turquía)

Como prólogo al extenso texto de Juan Goytisolo, este video nos muestras las delicias turcas de la gran Estambul, la antigua Constantinopla.
Su evidente vocación de promoción turística no le resta belleza. Estambul es bella en su diversidad y mil olores, en sus incómodos atascos y a veces en sus peleas de cláxones.
El video es un buen comienzo para adentrarse en el denso e interesante texto de Juan.

domingo, junio 03, 2007

Turquías, Juan Goytisolo (El País del Domingo)



El escritor Juan Goytisolo, profundo conocedor de Turquía, analiza la situación en un país que llama a las puertas de una Europa que se le muestra esquiva porque aún no da por completada la transición democrática. Es una Turquía con un Gobierno islamista moderado, en plena crisis política, con los militares como garantes del laicismo y amenaza constante de golpe, en la que aún es visible la huella del ultranacionalismo y con heridas sin cerrar, como el problema kurdo.
1 Como escribía en Los vuelcos de la historia (EL PAÍS, 6 de agosto de 1995), "situaciones heredadas del pasado afloran hoy con fuerza inesperada en la sociedad y vida política turcas. ¿Simple retorno de lo reprimido, para emplear la terminología freudiana? Retorno o novedad, les obligan en cualquier caso a revisar algunas premisas y dogmas en las que se fundan para afrontar con éxito los desafíos de la modernidad".
La situación y los desafíos no han cambiado desde entonces. La llegada al Gobierno del partido islamista moderado de Recep Tayyip Erdogan ha introducido algunos elementos nuevos conforme a las directivas democratizadoras de la Unión Europea, innovaciones que han reducido el papel tutelar del ejército sobre la sociedad y la clase política manifiesto en los golpes de Estado de 1960 y 1980. Pero la pesada herencia del pasado se mantiene y enfrenta a los distintos interlocutores o agentes sociales a un juego de equilibrios y tensiones cuyos actores son el Estado laico creado por Atatürk, el Partido de la Justicia y Desarrollo de Erdogan, la ultraderecha, la extrema izquierda, los movimientos independentistas o autonomistas kurdos, y los demócratas europeístas, cuyo portavoz más significativo es el gran novelista Orhan Pamuk.
2 Aunque recuerde de forma esporádica su presencia a través de bombas y asesinatos, la izquierda radical perdió mucha fuerza tras la durísima represión consecutiva al golpe militar de septiembre 1980 y el Gobierno de Turgut Özal, en el que los partidos tradicionales recuperaron un margen de libertad estrechamente vigilada. De hecho, una parte de ella derivó a posiciones ultranacionalistas, como pude verificar con motivo del proceso incoado a Orhan Pamuk por "insulto a la identidad turca". Los Lobos Grises mantienen en cambio todo su potencial en la "Turquía profunda" que se extiende entre el eje norte de Kars-Trabzón-Samsun-Sinop y el que, más al sur, va de Erzurum a Kayseri, Konya y Afyon. El ultranacionalismo goza de grandes simpatías en una parte importante del ejército y de la policía, como quedó patente después del asesinato del periodista armenio Hrant Dink, cuyo ejecutor, un joven de 17 años, fue saludado como un héroe por los mismos agentes de seguridad que le detuvieron. En el actual pulso entre el Gobierno islamista moderado y los guardianes del Estado laico, los Lobos Grises sostienen abiertamente a éstos. Las multitudinarias manifestaciones de Ankara y Estambul muestran la fuerza y capacidad de movilización de quienes se opusieron a las candidaturas sucesivas de Erdogan y Abdulá Gül a la presidencia de la República en razón de su eventual amenaza a los valores que encarna el padre de la moderna Turquía. La acumulación de poderes en manos de los líderes del Partido de la Justicia y Desarrollo inquieta a las Fuerzas Armadas y al Tribunal Constitucional. En el complejo nudo de contradicciones de la vida política turca, el fundamentalismo kemalista, el antieuropeísmo y el antiliberalismo se dan la mano sin tener en cuenta la voluntad de los ciudadanos. Varios intelectuales leninistas que conocí en el exilio parisiense de los ochenta apoyan ahora un nacionalismo identitario opuesto a toda revisión de la doctrina oficial y a cualquier concesión al separatismo kurdo. El viejo dilema entre el cuartelazo y la utilización política del sentimiento religioso mantiene desdichadamente su vigor como en pasadas décadas.
3 Para entender las razones del ultranacionalismo turco hay que tener presente el largo proceso de decadencia y agonía del poder otomano entre el siglo XVIII y el fin de la I Guerra Mundial. El entonces denominado "hombre enfermo de Europa" -sobre el calificativo de europeo volveremos luego- sufrió una serie de derrotas humillantes desde la independencia de Grecia y luego de Serbia hasta la guerra de 1912-1913, que redujo sus ex dominios balcánicos a un pequeño perímetro en torno a Constantinopla. Estas derrotas -añadidas a las de Crimea y el Cáucaso- fueron acompañadas de matanzas y deportaciones masivas de los musulmanes más o menos vinculados a la Sublime Puerta, un hecho que algunos historiadores occidentales y los de los nuevos países independizados ocultan cuidadosamente en sus libros. La República de Atatürk es en gran parte una nación compuesta de hijos, nietos y bisnietos de inmigrantes huidos del expansionismo ruso hacia el sur y de los actuales Estados balcánicos: tártaros, chechenos, circasianos, azeris, abjazos... La reacción de los llamados Jóvenes Turcos no alcanzó a detener la vertiginosa decadencia del imperio, pero sirvió de modelo y estímulo al nuevo Estado Kemalista que impidió el reparto de Anatolia entre armenios, ingleses, franceses, italianos y griegos -previsto en el tratado de Sèvres de 1920- y derrotó al ejército heleno que ocupaba Esmirna y una gran parte de la costa mediterránea. Tres años después, el nuevo Estado de Atatürk firmó el tratado de Lausana que establece las actuales fronteras de Turquía. En sus quince años al frente de la República, el "padre de los turcos" abolió el califato y los tribunales islámicos, disolvió las cofradías religiosas, estableció el sufragio universal, impuso el alfabeto latino, concedió el voto a las mujeres. Todo ello significó un gran avance cuya repercusión en los movimientos independentistas de otros países musulmanes -baste de ejemplo, el kemalismo de Abdelkrim y de su efímera república del Rif- es sobradamente conocido. Pero dicha victoria política se tradujo en un corte radical con el riquísimo patrimonio otomano, cuyos efectos en el ámbito psicológico y cultural afloran hoy a la luz del día.
4 El problema armenio que envenena la vida política turca y pende como una losa sobre su postergada candidatura de entrada en la Unión Europea no puede resolverse mediante leyes. Alentados por los rusos, que ocupaban ya la región de Kars desde 1878, los armenios se sublevaron durante la I Guerra Mundial contra un poder acorralado por sus enemigos de la Entente. Hubo grandes matanzas de civiles e intercambios de población en función de su origen étnico, con la crueldad inherente a todas las guerras. En la parte oriental de Anatolia, numerosas iglesias abandonadas dan testimonio de una comunidad hoy desaparecida, y en Van, la antigua ciudad armenia sita al pie de la fortaleza fue sustituida por otra exclusivamente kurda. Dicho esto, y sin entrar en la batalla de cifras, me inclino a creer con Bernard Lewis que no hubo un genocidio planificado, fríamente llevado a cabo como el de los nazis contra los judíos. Considerar delito el negacionismo del genocidio armenio, como hizo el Gobierno francés por consideraciones electorales, dado el gran peso e influencia de la diáspora armenia en su país, me parece un gravísimo error. La historia no se establece por decreto: es materia de estudio de los historiadores. Pues, una vez abierto el precedente armenio, ¿cómo evitar que se generalice? Malgaches, vietnamitas y argelinos pueden considerar delito la negación por Francia de docenas de miles de civiles asesinados por las autoridades coloniales después de la II Guerra Mundial. Lo mismo podría aplicarse a España por el uso de gases tóxicos en el Rif y a Inglaterra en Irak.
Ni el "delito de insulto a la identidad turca" ni el del "negacionismo del genocidio armenio" caben dentro de un cuadro jurídico conforme a la norma europea. Nos movemos aquí en un terreno de arenas movedizas en el que podemos enviscarnos con facilidad. La investigación histórica es una cosa, y la ley, otra. Mezclar capachos con berzas no conduce sino a debates estériles: nos convierte en rehenes del pasado en vez de alentarnos a mirar el futuro de una Europa política, económica y cultural en la que tarde o temprano un gran país como Turquía está llamado a ingresar con pleno derecho. Las polémicas declaraciones de Orhan Pamuk no insultan a nadie: expresan una opinión individual, y no deben, por consiguiente, ser objeto de procedimiento judicial alguno.
5 El problema kurdo -como el fantasma del llamado "genocidio armenio"- encrespa la vida política turca desde hace décadas. La lucha contra la guerrilla independentista de Oçalan -cuya ideología y radicalismo mesianista eran los de Sendero Luminoso- causó decenas de millares de víctimas y desplazamientos forzosos de poblaciones en las provincias de Diyarbakir, Malatya y las zonas próximas a las fronteras con Siria, Irak e Irán en donde los pashmergas hallaban refugio. La espectacular captura del jefe y su invitación a dejar las armas redujeron de forma notable las actividades del PKK. El actual, aunque tímido, proceso de democratización política, judicial y cultural de las instituciones republicanas choca, con todo, con el pesado lastre de la historia. La rigidez de los planteamientos estatales de Atatürk, dictados por la situación militar a la que se enfrentaba -el desmembramiento del país por sus vecinos y el colonialismo occidental-, vuelve difícil el acuerdo entre la mayoría turca y la minoría kurda; conduce a la censura de los medios informativos y al enjuiciamiento de numerosos políticos, escritores y periodistas en detrimento de la normalización democrática y la candidatura de ingreso en la Unión Europea.
No obstante, el proyecto descentralizador de los sectores más moderados del nacionalismo kurdo debería favorecer una solución fundada en bases razonables. La unidad política de Turquía no es incompatible con la libertad cultural y la autonomía política, esto es, con el derecho de los kurdos a su propia administración y lengua. Si ello fue posible durante el Imperio Otomano, ¿por qué no lo sería hoy?
El casi imparable proceso de disgregación de la antigua Mesopotamia tras la desastrosa invasión de Irak y la emergencia de un Kurdistán semiindependiente y dueño de grandes recursos energéticos inquieta, como es obvio, a los militares turcos. Pero la oposición frontal no sólo de Turquía, sino también de Irán y de la minoría suní de Irak, ejerce un poder disuasorio lo suficientemente fuerte como para evitar cualquier veleidad independentista. El inevitable declive del poder norteamericano en la región tampoco juega a favor de aquélla. Una alianza de los dos grandes partidos kurdoiraquíes con el PKK o una política represiva de los mismos contra la minoría turcomana serían sin duda un casus belli como lo fue el golpe de Estado del coronel Grivas en Chipre, cuyo programa etnocida, imitado luego en Bosnia por los ultranacionalistas serbios, condujo a la intervención del ejército turco para salvar a sus compatriotas amenazados.
6 El descrédito de los partidos políticos tradicionales, el de centro-derecha de Demirel y el socialdemócrata de Ecevit, facilitó el triunfo electoral del islamismo moderado del Partido de la Justicia y Desarrollo. Tanto los guardianes del Estado laico como los europeístas -clase media urbana, empresarios, intelectuales...- contemplaron esta victoria con manifiesta inquietud. No obstante, el programa de Erdogan -su apuesta por el ingreso de Turquía en la Unión Europea y su adhesión a la Alianza de Civilizaciones propuesta por Rodríguez Zapatero en Naciones Unidas en septiembre 2004- debería disipar sus aprensiones: constituye, al revés, un paso importante en el camino de inserción de la corriente político-religiosa que representa en el juego parlamentario, como lo que fue la democracia cristiana en Alemania e Italia después de la II Guerra Mundial. La peligrosa fractura entre un Occidente identificado por una mayoría de musulmanes con la cruzada imperialista de Bush y un islam abusivamente equiparado con el yihadismo terrorista de Al Qaeda no ha cesado de ahondarse desde la infame limpieza étnica en Bosnia, la implacable represión en Chechenia, la represión y colonización israelíes en los territorios ocupados de Palestina, la última guerra en Líbano y el peso creciente en Oriente Próximo del Irán de los ayatolás. Los atentados mortíferos de Nueva York, Madrid y Londres dañaron a su vez gravemente la imagen del mundo musulmán en Occidente. Pero el islamismo no es el nuevo nazismo, como aseveran algunos mandarines y supuestos islamólogos de ambas orillas del Atlántico. Bin Laden no puede ser comparado con Hitler: no dispone de un gran ejército como éste, y moviliza tan sólo a unos grupos dispersos de fanáticos a través de Internet. Si las palabras tienen un significado preciso, no debemos incurrir en el error de manejarlas con tal grado de oportunismo e inexactitud.
Dar un portazo a las expectativas turcas tocante a la Unión Europea sería reforzar la arraigada percepción de ésta por Ankara como un club exclusivamente cristiano. Bosnia y Turquía nos procuran un ejemplo de la posible compatibilidad de la democracia con el islam. No se me ocultan las dificultades y retos que el ingreso de Turquía plantea, tanto a la Europa de los Veibtisiete como a las instituciones del Estado creado por Atatürk. Razón de más para ayudarle a salvar los obstáculos que se interponen en su camino. La política del Gobierno español al respecto me parece sensata y lúcida. Turquía no es hoy "el hombre enfermo de Europa", sino una nación vigorosa cuya sociedad, en plena mutación, llama a nuestras puertas y debe ser escuchada.
7 La Turquía europeísta y europeizada existe: la hallamos a lo largo de las costas mediterráneas y del mar Egeo, cada vez más parecidas a las nuestras por unas desmesuradas construcciones hoteleras que afectan a la belleza insólita del paisaje; en una Esmirna evocadora de Málaga y Alicante; en el Estambul de Beyöglü, Cihangir o Besiktas: el del Pasaje de los Pájaros en la Istiklal Caddesi o el restaurante Haci Baba en el que hace quince años conocí a Orhan Pamuk.
Una burguesía occidentalizada emerge con fuerza imparable, fortalecida por la espectacular expansión económica, estabilidad monetaria e incremento de los lazos comerciales con nuestro continente. Millones de turcos miran a su vez a Estambul y emigran a él, como los andaluces, extremeños, murcianos y manchegos que hace cincuenta años miraban a Barcelona antes de alzar el vuelo a la Europa comunitaria. El éxodo rural se acentúa, y con él los barrios de gece kondu (chabolas alzadas en una noche) que rodean las grandes ciudades. Con unas décadas de retraso, el proceso de evolución es el mismo.
Esta europeización económica y social no fue acompañada sino en fecha reciente de un reencuentro con el rico legado cultural otomano. Los escritores turcos poskemalistas, tras abandonar el alfabeto árabe por el latino, hicieron tabla rasa del pasado y se esforzaron en seguir las pautas de sus colegas de Occidente: novelas a lo Balzac o Zola; poesía a lo Neruda, Éluard o Aragon. Sólo Orhan Pamuk tuvo el genio de calar con una mirada moderna en las honduras del patrimonio literario y artístico reprimido y de sacarlo a la luz en sus novelas, como El libro negro o Mi nombre es Rojo. Su escritura reproduce el palimpsesto de la historia turca, y con tan firme sostén encara el futuro de su país con una claridad y valentía merecedoras de aplauso. Él conoce mejor que nadie el juego de tensiones, imantaciones y rechazos entre los distintos actores del juego político que señalamos al comienzo de estas páginas, y encarna la alianza de valores compartidos con nosotros por encima de la diferencia de credos. Sabe que un cerrojazo de la Unión Europea al país que supuestamente denigra, recrudecería las confrontaciones internas y agravaría la espiral de violencia que asuela a todo Oriente Próximo: un escenario al que un elemental sentido de responsabilidad nos impide asistir cruzados de brazos.

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Etna,Catania, Taormina: fascinante Sicilia



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