Mediterráneo: El tesoro de Troya o el tesoro de Príamo

martes, diciembre 26, 2006

El tesoro de Troya o el tesoro de Príamo

La mujer de Schliemann, tocada con la diadema de Helena. Abajo, la excavación y una máscara de oro.


Grecia, Alemania y Turquía solicitan formalmente que Moscú devuelva el conjunto arqueológico conocido por el tesoro de Príamo, aunque en realidad es de Troya. Estas joyas fueron trasladadaspor Stalin en secreto de Berlín a Moscú nada más acabar la II Guerra Mundial. Las piezas ya habían sido extraídas de Turquía en 1873 por el atqieólogo Schliemann, el reputado descubridor de la antigua ciudad o ciudades de Troya.

Francisco Herranz, corresponsal de El Mundo en Moscú, escribía el 17 de abril de 1996:


MOSCU.- La magnífica exposición del tesoro de Troya, inaugurada ayer en el Museo Pushkin de Moscú, ha levantado admiración pero también ampollas. Mientras el embajador alemán en Rusia, Otto von der Gablentz, declaraba que no estaba muy contento por el evento, el público hacía cola en el exterior para admirar por primera vez en mucho tiempo 259 piezas únicas de orfebrería desenterradas en Turquía en 1873 por el aficionado a la arqueología Heinrich Schliemann y capturadas por el Ejército Rojo tras la Segunda Guerra Mundial. El tesoro data del año 2.500 antes de Cristo y estará expuesto durante un año.

«Creo que es un paso hacia la normalización que estos objetos salgan por fin a la superficie después de permanecer 50 años ocultos pero no diría que es un motivo de satisfacción», indicó Von der Gablentz.

La excepcional muestra presenta piezas en un inusitado estado de buena conservación. El jefe del departamento de antigüedades del Museo Pushkin, Vladimir Tolstikov, declaró a la Prensa que los expertos alemanes que habían podido examinar las joyas se quedaron sorprendidos de la calidad de los delicados objetos, mantenidos medio siglo en la sombra.

Alfileres, brazaletes, anillos, collares, pendientes, colgantes, copas, hachas y figuras de oro y bronce, todo se encuentra reunido en una sola sala con luz tenue y 19 vitrinas de cristal grueso. Destacan por su belleza dos diademas de oro, una grande y otra pequeña, cada una confeccionada con 16.000 pétalos, así como un vaso en forma de barca que pesa 600 gramos de oro puro.

EL REY PRIAMO.- La directora del Pushkin, Irina Antonova, dijo que la exposición es una de las más significativas colecciones de antigüedades de todo el mundo. «Era muy esperada. Quizás demasiado... Quizás debería haberse inaugurado hace mucho». En 1993 el Pushkin conmovió al mundo del arte reconociendo que tenía en su poder las joyas impagables. Schliemann estaba convencido de que pertenecieron al rey de Troya Príamo, inmortalizado por el poema épico de Homero La Iliada.

Pero el polémico arqueólogo se equivocó porque el oro encontrado en Hissarlik, al noroeste de Turquía, procede del 2.600-2.200 antes de nuestra era, es decir, diez siglos antes de que naciera el mítico Ulises o la hermosa Helena.

El ministro ruso de Cultura explicó que a su entender, «el tesoro pertenece al mundo entero», añadiendo que la exhibición es un intento por «revelar lo que ha estado escondido». El secretismo tan propio de las autoridades rusas es la razón de fondo que ha provocado que el codiciado oro de Troya no saliera antes de su letargo forzado, aunque Irina Antonova manifestó ayer que «durante todo este tiempo se ha estado llevando a cabo un exhaustivo trabajo científico de investigación».

Para poner fin a la Guerra Fría, Rusia y Alemania firmaron en 1990 un tratado de buena voluntad en el que se comprometían a devolverse mutuamente los trofeos de guerra. Pero Moscú se resiste y las negociaciones han llegado a un callejón sin salida. Muchos rusos consideran que los tesoros realmente les pertenecen como compensación por la devastación sufrida a manos de las tropas de Hitler.

RECLAMACIONES.- Incluso los turcos y los griegos se han sumado a los alemanes en sus reclamaciones sobre la propiedad de un tesoro lleno de leyendas.

Una solución pronta es poco probable. Hace ahora un año, el Parlamento ruso adoptó una moratoria prohibiendo la devolución de las pinturas y otros objetos de arte confiscados a los alemanes hasta que una ley federal cubra el intercambio de los «botines de guerra».

El Ermitage de San Petersburgo posee objetos de arcilla, bronce y plata procedentes de las excavaciones de Schliemann. Resulta irónico que este incansable buscador intentara colocar parte de sus descubrimientos en Rusia.

Cuando buscaba casa para sus tesoros, el arqueólogo quiso venderlos a varios museos europeos, primero el British, después el Louvre, más tarde el Ermitage. Todos le rechazaron, sin duda, por su dudosa reputación.

Había provocado la animadversión de la mayoría de los científicos del XIX simplemente porque era un comerciante fanático. También se da la triste circunstancia de que Schliemann destruyó precisamente lo que tanto ansiaba hallar: la Troya de Príamo. «Cometí un terrible error», escribió entonces.

Temiendo un bombardeo británico, el III Reich decidió en 1941 trasladar las alhajas a un lugar más seguro. Primero estuvieron en un banco prusiano y más tarde en un refugio construido en el parque zoológico de Berlín de donde fueron aprehendidas por los soldados soviéticos a primeros de mayo de 1945