En Ibiza se habla a menudo de los Cabiros, pero salvo la gente instruida en leyendas de la historia de la isla, casi nadie sabe a ciencia cierta quienes eran. Aparte de una teoría que los une al dios Bees (Ibiza, quiere decir «isla de Bees»), los Cabiros fueron genios menores, o más bien demonios, cuyo culto procede del Asia Menor, a donde llegaron en efecto de las lejanas tierras de Egipto. Se les conoce como oriundos de las costas de Troya. Parece que fueron tres, hijos de Hefesto (Vulcano) y de Cabira, hija de Proteo, deidad marina, hijo de Poseidón, o sea del Océano. Proteo fue un viejo respetable, que tenía el don de la profecía, y vivía en Egipto en la isla de Faros, y con una cualidad muy curiosa: cuando no le convenía o simplemente no le daba la gana, podía tomar cualquier otra forma para eludir una respuesta: así se convirtió en león, en dragón, en tigre, en jabalí, en agua y en árbol. Pero sigamos con los Cabiros. Su culto se desarrolló finalmente en la isla de Lemnos, donde Hefesto tenía su taller de herrería, y después de haber sido expulsado del Olimpo, por su madre, dicen unos, por ser más feo y deforme de lo aceptable, o por Zeus, su padre, porque en una trifulca del matrimonio divino se enfrentó con el dios de los dioses, que le agarró de un tobillo y lo arrojó al abismo, hasta que fue recogido, alimentado y educado, pero quedó cojo para siempre. El «angelito», para vengarse de su madre y de todos en general, construyó un trono de oro, lo envolvió en una red invisible y lo envió a Ilera como presente. La Diosa se sentó y quedó atrapada, sin remedio. Los dioses trataron en vano de convencer a Hefesto para que liberara a su madre, y no pudieron, hasta que Dionisio lo convenció: lo emborrachó y se lo llevó al Olimpo montado en un asno y rodeado de ninfas y sátiros. Para compensarle (de que era el más feo de todos) le casaron con Afrodita, la diosa más bella, que pronto le puso los cuernos con Ares, que era hermano suyo, y desde luego mucho más guapo.
En Lemnos, Hefesto y Cabira tuvieron a los Cabiros, que tienen que ver con el oficio de su padre y el origen de su madre. Eran hábiles forjadores de metales y habituados a hacer tratos con el Océano. No eran buenas personas, precisamente, aunque su oficio se lo sabían bien. Colaboraron con su poderoso padre en las obras más célebres, tales como los palacios de los dioses, el cáliz de oro de Helio, las ánforas de Dionisio, las flechas de Apolo y Artemisa, el cetro de Agamenón, el collar que regaló Zeus a Europa, cuando la raptó convertido en toro, la hoz con la que Perseo decapitó a Medusa, las armas de Heracles, y el famoso escudo de Aquiles. Tampoco fueron ajenos a una de las hazañas más célebres de Hefesto: la creación de Pandora, caramelo envenenado que fabricó por orden del poderoso Zeus para castigar a Prometeo, por haber éste regalado el fuego a los hombres, aunque en otras tradiciones Pandora fue esposa de su hermano Epimeteo. Lo cierto es que Pandora, hermosísima, trajo las desgracias a los hombres porque era portadora de una caja, que contenía todos los males. Como era más bien tonta, de la caja se escaparon la enfermedad, la locura, el trabajo, el vicio y la pasión. Quedó dentro solo la Esperanza, que fue ciertamente un falaz consuelo.
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Los Cabiros en Wikipedia